Todos los grandes cantantes y grandes maestros de canto de la historia coinciden en señalar que el canto correcto sólo se produce cuando hay equilibrio. Todos hemos escuchado (y hemos dicho, reconozcámoslo) esas pequeñas frases imperativas, grandes dogmas, del tipo «no empujes», «no fuerces», «apoya», «relaja», «canta natural», «canta como hablas» y otras parecidas; pero, ¿qué quieren decir exactamente?, ¿cómo hay que interpretarlas?
Los tratados de canto a menudo se asemejan a grimorios repletos de hechizos que nos prometen conseguir la magia de la producción del sonido y que, sin embargo, como el Necronomicón, lo que terminan es por llevar a sus lectores a la locura. Esas frases imperativas arriba escritas, lanzadas como fórmulas, la mayoría de las veces conducen al caos al incauto estudiante que osa ponerlas en práctica sin ser un iniciado de cuarto nivel en la Universidad Invisible de Ankh-Morpork. ¿Cómo apoyo y relajo al mismo tiempo?, ¿cómo canto natural y hago que me escuche el público a través de una orquesta?, exclama angustiado el pobre aprendiz mientras siente cómo la confusión se apodera de sus sentidos y las fuerzas del mal le conducen a la perdición, al «gallo».
Vamos a tratar de ayudar un poco a esclarecer ese arcano mundo con la aclaración de unos pocos conceptos básicos, que nos harán la vida un poco más fácil. Hay que considerar tres elementos que intervienen en toda actividad humana: la energía, la fuerza y el trabajo.
Energía: capacidad que tiene la materia de producir trabajo.
Fuerza: capacidad física para realizar un trabajo. Aplicación de esa capacidad.
Trabajo: actividad física o intelectual.
De estas definiciones se extrae claramente que el canto es un trabajo. Muchas veces oye uno decir que el canto es una forma de expresión artística, una manera de comunicarnos con el mundo, etc. ¡Zarandajas! El canto es un trabajo, y uno nada fácil de llevar a cabo, y con ese trabajo y algo que decir quizás consigamos que se convierta en expresión artística. Y como todo trabajo, es un resultado de la energía y la fuerza. Y éste es uno de los puntos claves: la mayoría de las veces en las que un cantante falla a la hora de producir su sonido es porque confunde fuerza con energía y viceversa.
A uno le dice su maestro «¡no empujes!», «¡relaja!», y desconecta la energía. Al otro le dice «¡apoya!», «¡abre!», y aplica una fuerza similar a la de Sansón en el templo de Dagón.
Otra de las máximas que se suele escuchar es aquella de «canta con todo el cuerpo», que no significa otra cosa que CANTA CON TODA LA ENERGÍA DISPONIBLE. Y así es, para que la fuerza sea poca y podamos relajar, y apoyar en lugar de empujar, necesitamos que la energía sea toda. Por eso es muy importante que el cantante tenga tonificada toda la muscultura respiratoria y abdominal, pues cuanta más potencia tenga el músculo menos fuerza será necesaria. Todos entendemos que es más fácil y rápido acelerar un Mercedes que un SEAT Panda. ¡Pero si no encendemos el motor (energía) nos dará igual un coche que otro!
Hay que trabajar muy seriamente la musculatura abdominal y la intercostal, y para ello basta con recurrir a algún tratado o a algún vídeo tutorial en internet. Pero, ¿cómo afecta todo esto que estamos diciendo realmente al hecho de cantar?
Cuando en nuestra vida diaria nos disponemos a hablar, nuestro cerebro realiza una toma de aire proporcionada a la duración y el tono de la frase que vamos a decir. Es fácil comprobarlo. Probemos a tomar aire para decirle a nuestro compañero de sofá «¿quieres una cerveza?» en un ambiente tranquilo. Ahora hagamos lo mismo para decírselo en la pista de una discoteca o en medio de un concierto de AC /DC. Es obvio que la energía de inhalación no es la misma. El cerebro adecúa el cuerpo para el trabajo que vamos a realizar. Pues al cantar sucede lo mismo, lo que ocurre es que no hacemos caso a nuestro cerebro. Aunque está claro: «se canta como se habla».
Probemos a ejecutar una frase sencilla, en una tesitura central, de cualquiera de nuestras arias favoritas. Primero hagámoslo hablando. Vamos a prestar atención a cuánto aire necesitamos y cuánta energía empleamos en su inhalación. Sentiremos cómo el aparato respiratorio se expande en todas direcciones y sentidos. Ahora tratemos de mantener la sensación de que la expansión corporal continúa durante la emisión hablada de esa frase. Veremos que la energía empleada es constante y la fuerza poca. Ahora probemos a hacer lo mismo cantando la frase, tratando de hacerlo con la misma energía y fuerza que antes. Es posible que al principio no lo consigamos; será el momento de incrementar esa energía y esa fuerza proporcionalmente. El error más común es aumentar la fuerza sin aumentar la energía.
Si con el estudio conseguimos equilibrar la energía y la fuerza, obtendremos el trabajo deseado. Esa energía debe ir encaminada a mantener el aparato respiratorio en expansión mientras cantamos, como si siempre estuviéramos inhalando, de tal manera que cuando callemos, la siguiente inhalación se produzca por rebote, ya que de lo contrario tendremos que emplear fuerza para succionar el aire y estaremos retardando el proceso y sobretensando el cuerpo. No es fácil de conseguir, y yo aconsejo que esto se trabaje primero sobre la voz hablada o en una tesitura muy cómoda.
El secreto de la respiración es la base del canto, y para ello hace falta emplear una gran dosis de energía y no tanta de fuerza. Si el secreto estuviera en la fuerza, ¿qué tenor podría acabar el rol de Siegfried? o ¿cómo podría resistir cantando 2 horas Bruce Dickinson con Iron Maiden?
El equilibrio nos dará la comodidad respiratoria. En el siguiente vídeo se pude apreciar el perfecto dominio que Samuel Ramey tiene sobre su energía y su respiración. Esto le permite ser uno de los pocos cantantes que cantan todas las notas de la partitura, y de los que no llegan medio asfixiados al final de la misma. Podemos fijarnos en cómo su lenguaje corporal muestra una gran energía durante la ejecución de Fin ch´han dal vino.
Y como siempre ponemos dos ejemplos, veamos a Dolora Zajick en esta interpretación de «O don fatale» de Don Carlo. Creo que resulta fácil apreciar ese equilibrio del que hemos hablado a partir de una energía que da la impresión de que, de ser utilizada para el mal, sería un arma de destrucción masiva.
No es fácil conseguirlo, pero con trabajo y dedicación se logra. Tampoco es fácil explicarlo. Por eso no dudéis en comentar abajo si no he sido claro o de consultar cualquier duda.